EDITORIAL
El
Santo Turista
El
Santo Turista
Ahí está, saturado de sol y salsa
sobre la playa de Varadero, apretujado en el pequeño
barco que hace el recorrido a la Estatua de la Libertad
y Ellis Island, guardando respetuosa cola frente
al mausoleo de Mao en la plaza de Tianamen, observando
en silencio el apareamiento de dos impalas en la
reserva de Masai-Mara en Kenia. Es el mismo que
ha sido reprendido por el guía por no haber
llegado a la hora prevista para la excursión,
el mismo que sintió la decepción al
comprobar que la primera línea playa significaba
casi un kilómetro de recorrido, el que ha
sido timado por el vendedor ambulante, el que ha
sentido la debilidad de dar unas monedas a un niño
famélico y ahora no puede quitarse a sus
quince primos de encima, el que ha soportado retrasos
en los aeropuertos, estafas de los taxistas y comidas
infumables... Es él. El turista. Ese ser
un tanto indefinible, que muchos mencionan con un
tono de desprecio contenido, o quizás no
tan contenido, que algunos consideran la plaga de
este siglo, mucho más peligrosa que la peor
enfermedad. Es esa persona a la que se acusa de
degradar el medioambiente, sólo porque antes
no había nadie que tuviese interés
en ese medio ambiente, al que se culpa de ocupar
con su coche todas las carreteras en los escasos
días de vacaciones, de llenar las playas
que antes estaban desiertas, de estropear la vista
de los grandes monumentos. Es el turista. Ese que
las autoridades califican sólo como cantidad
o calidad. Ese que no es más que una cifra
en las grandes estadísticas y del que sólo
cuenta el número de pernoctaciones o la cantidad
de dólares que ha dejado en cada país.
Es un concepto manejable, manipulable; un objeto
utilizado en las reuniones políticas, económicas
y sociales. El, ese sujeto casi insignificante,
es, sin embargo, objetivo de organizaciones terroristas,
de grupos integristas exaltados, de pequeños
y grandes estafadores, de vividores, de traficantes,
de gentes de toda calaña que tratan, y casi
siempre consiguen, abusar de él. Pero ese
turista es siempre alguien que ama la paz, que busca
un mejor entendimiento entre los hombres, que quiere
conocer el mundo, sus gentes, sus valores artísticos,
culturales, históricos... y también
su aspecto divertido y excitante. Ese turista es
ahora el que impulsa la mayor industria económica
a nivel mundial, el que, unido a sus cientos de
millones de colegas, favorece la concordia, distribuye
la riqueza, propaga la cultura... Es el santo turista.
Un respeto.
Enrique Sancho
Director de OPENnews