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BARRIOS GAYS
Barrios gays, ¿guetos o espacios de libertad?



Barrios gays, ¿guetos o espacios de libertad?
En los últimos años hemos asistido al crecimiento espectacular de los llamados barrios gays en diversas ciudades españolas. Antes de que eso existiera, estos barrios, el denominado ambiente, ya existían en otros países como, por ejemplo, en San Francisco, donde el barrio llamado Castro viene siendo el lugar en el que viven, pasan su ocio o trabajan, miles de gays y lesbianas residentes en aquella ciudad. Castro existe desde hace muchos años y se ha convertido en un lugar de peregrinación para miles de turistas que llegan hasta allí desde confines muy remotos del planeta. Lo que buscan es un espacio seguro, que no existe en países del tercer mundo o, en el caso Europeo y americano, una zona de ocio gay en la que divertirse y en la que poder encontrar lo que se busca; y lo que se busca es sexo en muchos casos, aunque también la posibilidad de alojarse en un hotel gay friendy o, simplemente, un lugar turístico más. Al mismo tiempo que estos barrios crecían y se hacían corrientes en cualquier ciudad un poco grande, también crecían las críticas que, desde algunos sectores gays, aseguraban que estos espacios se estaban convirtiendo en guetos, que no servían para la normalización de la homosexualidad, sino para todo lo contrario, para encerrar a ésta en un reducto del que la sociedad heterosexual no quiere que salgamos. El movimiento gay se dividió aquí, como en tantos otros temas, en dos corrientes casi irreconciliables, los comunitaristas o gays que aseguraban que esos mal llamados guetos no eran tales, sino más bien espacios de libertad y que, en todo caso, a los gays nos gusta acudir a espacios que podamos llamar propios y que eso no contribuye a aumentar la discriminación en ningún caso; y aquellos otros, llamados asimilacionistas que opinan que no es bueno que gays y lesbianas nos encerremos en barrios específicos, porque eso contribuye a invisibilizarnos por una parte y, por la otra, a que la discriminación no desaparezca. Y, por último están los hetero, que en general suelen pensar que los asimilacionistas tienen razón y que lo mejor es que gays y lesbianas nos integremos sin ninguna diferencia en la sociedad heterosexual. Hay varios aspectos que considerar en este asunto. Para empezar, la posición de los heterosexuales peca, como en tantas cosas cuando se refieren a gays y lesbianas, de ignorancia y, sobre todo, presunción. Una de las razones, no la única, pero quizá sí la más importante, por la que los gays se han encerrado en barrios, lugares,o locales propios, es que en los lugares heterosexuales no están seguros. Es muy fácil decir que por qué necesitan un espacio propio para luego quejarse cuando dos gays se besan o se meten mano exactamente igual que haría una pareja de novios heterosexual. Los gays no tienen por qué ser más discretos que los heteroseuales en sus manifestaciones afectivas o sexuales y, en los últimos años, por lo menos en España, no es infrecuente ver en los bares a parejas de novios heterosexuales a los que sólo les falta desnudarse, pues lo demás, lo hacen todo; con ropa encima pero todo. ¿No habría problema si eso mismo lo hicieran dos hombres en un bar de los considerados no gays? Por experiencia sabemos que no es así. Puede que las cosas hayan cambiado un poco y que dos gays puedan hablarse tiernamente a los ojos o cogerse castamente de las manos en un bar normal, pero desde luego que habría problemas si pasan a mayores. Las denuncias de gays que han sido agredidos por mostrarse en bares heterosexuales como lo que son, todavía son frecuentes. Y no hace falta que se besen apasionadamente, a veces con sólo acariciarse una mano, han sido expulsados del establecimiento. Y en el caso de que el dueño no sea quien directamente les expulse, es posible que sean los insultos, las palabras subidas de tono de los demás clientes. Los gays todavía no nos sentimos absolutamente cómodos en los lugares públicos de la sociedad heterosexual, ¿y a alguien le extraña? En este sentido los barrios gays no son guetos, sino espacios de libertad conquistados con mucho esfuerzo.