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LEYENDAS
El Hombre Pez de Liérganes
El Ramidreju
La Osa de Andara
La Reina Mora
La Sierpe de Peñacastillo
La Sirenuca
Las moras de Rionansa



El Hombre Pez de Liérganes
Basada en la vida de Francisco de la Vega Casar, excepcional nadadador, conocido como "el sireno", la leyenda dice que siendo niño se pasaba el día en el agua, por lo que su madre le maldijo: "¡Permita la Virgen que te conviertas en pez!". Una noche de San Juan, yéndose a bañar, desaparece en la corriente y se convierte en mitad hombre y mitad pez. Mucho después, unos pescadores que faenaban en aguas de Cádiz lo atraparon con las redes y, oyéndole repetir el nombre de Liérganes, es devuelto a su pueblo natal. Allí, pasados diez años, se pierde para siempre aguas abajo del Miera, en busca de la mar.





El Ramidreju
Este animal legendario nace cada cien años según parece de las comadrejas o de las rámilas. Es muy delgado y muy largo, con piel negra rayada de verde, ojos amarillos y un morro de jabalí que le sirve para excavar agujeros profundísimos bajo tierra, agujeros semejantes a los de los topos. Dicen que la piel de este ser con forma de serpiente cura todas las enfermedades y que sirve también para encontrar los tesoros ocultos, por lo que es muy buscado.





La Osa de Andara
Se trataba de un ser muy fuerte y bravo, que devoraba los rebecos crudos, si bien la realidad es que esta mujer era una una pastora de Bejes, última descendiente de una tribu de vaqueros de esta región de los Picos de Europa apodada "La Osa" por estar cubierta de pelo. Huía de la gente, vivía en estado semisalvaje y comía miel, raices, frutos y del rebaño de cabras que ciudaba. Finalmente, la mujer venció su complejo y bajó al pueblo, donde se casó.





La Reina Mora
Se dice que en una profunda gruta de Lebeña, en Liébana, está sepultada una hermosísima Reina Mora llorando el cruel encantamiento que la convirtió para siempre en una estatua de piedra sobre la que resbalan sus lágrimas. A la media noche recobra la vida y recorre las salas subterráneas entre suspiros y sollozos, llamando a sus compañeros muertos en la batalla de Covadonga y a los que, huyendo de su derrota, hallaron su final en esta sima.





La Sierpe de Peñacastillo
Esta peculiar leyenda describe a un ser mitad serpiente y mitad humano que, al parecer, custodiaba un gran tesoro en una cueva del monte de Peñacastillo. Felipe II, el monarca más poderoso de Europa en aquel tiempo, conociendo de la existencia de esta leyenda, costeó una expedición dirigida por un mago italiano para conjurar al monstruo y poder hacerse con el gran depósito de perlas y riquísimas joyas que éste custodiaba. La aventura terminó con la fuga precipitada del encantador al llegar al cubil.





La Sirenuca
Se trata de una guapísima moza de Castro Urdiales que, desobedeciendo a su madre, tenía por costumbre mariscar en los acantilados más peligrosos para cantar al compás de las olas. Tan desesperada tenía a su madre que la buena mujer la maldijo en un momento de arrebato: "¡Así permita el Dios del Cielo que te vuelvas pez!". Y la linda castreña se vio convertida en una mujer con larga y brillante cola de pescado. Se dice que, aún hoy en día, deja oír su canción a los navegantes perdidos entre la bruma, que de esta manera saben que se acercan a los acantilados.





Las moras de Rionansa
Según la leyenda, los árabes derrotados en Covadonga se refugiaron por esta zona. Sus mujeres bajaban los domingos a los pueblos, mientras el vecindario oía misa y se llevaban las boronas que cocían en el lar. Como escarmiento, las aldeanas pusieron, en vez de tortas, piedras redondas cubiertas de ascuas. Las Moras se abrasaban con las losas, gritando en su huída: "¡Peldá, peldá, peldá...!" ( ¡Piedad!, ¡piedad!... )