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ARTESANÍA
Tradición artesana de Cantabria




Tradición artesana de Cantabria
La tradición artesana de Cantabria nunca fue muy variada, sus habitantes vivieron siempre acostumbrados a fabricarse casi únicamente lo imprescindible. Los pueblos norteños de la Península han sido, por otro lado, parcos en su idea de lujo y sus manifestaciones culturales carecieron siempre de esa influencia oriental y mediterránea más proclive a lo ornamental y a la exhibición. Durante siglos, pues, la artesanía de Cantabria quedó casi exclusivamente limitada a una única materia prima: la madera. Después sólo canteros y artesanos del metal adquirieron cierta fama, de modo que parece como si las formas del arte popular surgieran en esta tierra, de una tenaz lucha con la naturaleza a la que siempre estuvieron acostubrados los cántabros. Madera, piedra y metal; materiales primigenios de esta tierra para hombres rudos que sólo saben hacer arte a golpe de hachuela, cincel o de martillo. De los artesanos del metal quedan, como muestra del pasado, algunas fraguas en las que se hacen labores de forja, de herrería y de fabricación de herramientas. Algunas de esas fraguas pueden verse en Liérganes, La Cavada o Carrejo. Por lo que respecta a los canteros, cada día hay menos y los que quedan suelen trabajar para empresas constructoras dedicadas a la restauración de viejas casonas. La artesanía de la madera ha sobrevivido mejor y aún son muchos los artífices menestrales capaces de hacer magia con poco mas que una hachuela y una navaja entre las manos. Estos fabrican albarcas o abarcas, que son esos zuecos cerrados y de tres tacos, realizados en castaño, aliso o abedúl; en cada comarca tienen su propia forma y su peculiar estilo de decoración, aunque, por lo general, las de hombre son más picudas y llevan líneas dobles paralelas, mientras que las de mujer, además de más chatas, se adornan con líneas entrelazadas. También se hacen cebillas, que son collarines para el ganado y en algunos lugares, como en Bárcena Mayor, jarras, vasos, cucharones y otras piezas del viejo ajuar doméstico. Buenas muestras de esta artesanía se encuentran en muchos pueblos de Cabuérniga, en algunos de Liébana y también en la Vega de Pas, donde se fabrican los conocidos cuévanos pasiegos. Una forma más especializada de esta artesanía son los fabricantes de rabeles, esos instrumentos musicales parecidos al violín, de dos o tres cuerdas hechas con crin de caballo. Sus artesanos suelen ser vecinos de Polaciones, Liébana o Cabuérniga, que son las zonas donde mejor se ha conservado el trabajo popular de la madera. También trabajan la madera algunos torneros que fabrican juegos de bolos, pero en este caso ayudados por máquinas. Otro tanto cabe decir de los ebanistas del mueble popular; en Santillana del Mar y en Cabezón de la Sal es posible encontrar buenos talleres, aunque no son los únicos de la provincia. Capítulo aparte merece la cerámica, esa forma artesana que parece haberse recuperado en muchos sitios y que en Cantabria, en cierto modo, se ha descubierto en tiempos recientes. No quiere esto decir que no haya ceramistas de calidad, que los hay, sino que la tradición sobre la que se desarrolla su obra es más limitada, pues los pocos alfares que existieron en la antiguedad desaparecieron en el siglo XIX. Hay dos líneas entre los ceramistas de la región, la de aquellos que pretenden recuperar las formas del pasado y la de los que desarrollan su obra a partir de su propia creatividad.